1 de marzo de 2011

The Road o la película donde todo cruje

Hace unas semanas vi The Road (2009) una road movie ambientada en un mundo pos-apocalíptico donde no se sabe qué pasó y dejarse morir no es una opción descabellada. En ese contexto, un padre y un hijo atraviesan ciudades, pueblos y caminos deshabitados o, peor aún, con algunos otros sobrevivientes. La desesperación por la falta de alimento y esperanza hace que todo sea un infierno en el que hay que escapar de grupos armados y del canibalismo que empieza a aflorar como algo común y hasta necesario.
Caminando al sur en busca de la costa y de la esperanza, los dos protagonistas atraviesan distintos periplos. La película se vuelve entretenida aunque hay varias escenas laguneras que aportan poco o que se extienden sin necesidad. Por otra parte, resalto la escena donde se presenta un sótano repleto de esclavos que son guardados no para explotarlos en el trabajo sino como alimento. De lo más crudo en el film.
La oscuridad, las fogatas, el viento, el vapor que sale de las bocas y el cielo que parece un gran manto de ceniza que no deja ver el sol crean una excelente ambientación. Admito que por momentos parecía una típica película zombie y se me hacía inevitable no estar expectante a la aparición de algún muerto viviente caminando. De hecho, dentro de la historia la idea de “muertos vivientes” a los pocos que aún se mantienen con vida no es descabellada.
Sólo una cosa puede resultar molesta: los sonidos ambientales. Es que The Road es una película en donde todo cruje. Las casas de madera, los leños en la hoguera crujen, las ruedas de los carritos, las puertas, las hojas muertas en suelo, cada pisada, los insectos, los huesos de Viggo Mortensen, el revólver cargado con dos balas, todo cruje. No se sabe por momentos de donde viene tanto crujir incesante pero no por eso deja de ser una película que se deja ver sin problemas. Alrededor de una hora y media de entretenimiento y no más que eso con alguna moralina típica de Hollyhood es The Road.

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